Publicado en "Educar a los hijos"
A continuación reproduzco un artículo sobre ADOPCIÓN Y APRENDIZAJE que he tenido el gusto y el honor de publicar en el primer número de la REVISTA FAMILIA Y ADOPCIÓN. Habrá partes que os suenen puesto que algunos fragmentos ya han sido publicados en este blog. Éste que acompaño es el texto íntegro. Para quienes no lo conozcáis, el INSTITUTO FAMILIA Y ADOPCIÓN es una entidad integrada por profesionales de distintos ramos -a quienes les une en su mayoría el hecho de ser padres o hijos adoptivos-, cuyo objetivo es el de asesorar y apoyar a las familias adoptivas en sus diferentes necesidades. Para acceder a la totalidad de la revista, podéis hacer clic aquí. Creo que es una publicación de gran interés para familias adoptivas y os animo a todos a conocerla.
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¿Qué son las dificultades de aprendizaje?
Por dificultades de aprendizaje entendemos un grupo heterogéneo de alteraciones que constituyen un obstáculo para que el niño, cuya capacidad intelectual se encuentra dentro de los parámetros de la normalidad, consiga la adquisición de las habilidades, destrezas y conocimientos necesarios para afrontar con éxito los retos escolares.
Así nos encontramos con niños que, a pesar de saberse las letras tienen dificultades para conseguir leer o para hacerlo con fluidez, muestran una escasa comprensión lectora, segmentan mal las palabras (juntan o separan incorrectamente), no entienden los conceptos de unidades y decenas, tienen despistes en la aritmética combinando sumas y restas en una misma operación, se muestran incapaces de aprehender conceptos abstractos, confunden el uso de los contrarios, de los adjetivos, de los verbos, de las preposiciones, no consiguen dominar las coordenadas espacio-temporales (delante, detrás, hoy, ayer, mañana, días, meses, años, estaciones...), se les olvida inexplicablemente lo aprendido y un largo etcétera que seguro que bulle en estos momentos en la cabeza de muchos lectores.
¿Todos los niños adoptados tienen dificultades de aprendizaje?
Las dificultades de aprendizaje tienen mucho que ver, como explicaremos a continuación, con la estructuración del cerebro. Esta estructuración se adquiere desde el periodo prenatal y se extiende, aproximadamente, hasta los seis años de edad. Todo lo que haya ocurrido en ese tiempo va a influir en la configuración de la mente para aprender, por lo que las circunstancias que haya vivido cada niño van a condicionar su forma de aprender y la aparición, o no, de dificultades de aprendizaje. En general, no obstante, podemos afirmar que niños que han vivido abandono, institucionalización o cualquier tipo de malos tratos (incluyo aquí los de tipo afectivo-emocional) sufrirán en mayor o menor medida las consecuencias de esa privación en su primera infancia que se traducirán, entre otros aspectos, en dificultades de aprendizaje.
¿Cómo se organiza el cerebro para aprender?
Imaginemos que nuestro cerebro es una biblioteca. Cuando nacemos, nos dejan un edificio entero para que lo acondicionemos, hagamos todas las obras que sean necesarias y dispongamos de todos los recursos para echar a andar una biblioteca. Nos dan tres años. En ese plazo, podemos hacer maravillas. Grandes ventanales, claraboyas, mesas y sillas, estanterías por doquier, rincones de estudio, de consulta, salas para niños... ¡una cafetería! El día que nos traen los libros, cada uno tiene su lugar que hemos estado cuidadosamente preparando. No hay más que agarrarlo y llevarlo a su estante correspondiente, anotándolo en el fichero informático de última generación que nos han instalado. Así, cuando alguien desee consultarlo, lo encontraremos a la mayor brevedad y la persona tendrá un montón de espacios para disfrutar de su lectura y sacar lo mejor de él. Todo está organizado, etiquetado, claramente indicado.
Ahora imaginemos otro caso: nos dejan un edificio entero y nos dicen que mañana nos traen varios camiones de libros para que lo hagamos funcionar como una biblioteca. ¿Os imagináis el caos? Un edificio sucio, oscuro, sin acondicionar, sin salas preparadas, sin mesas, sillas, ni ventanales... ¡sin estanterías! Tal y como nos dijeron nos descargan camiones y camiones de libros que se van amontonando por el suelo para nuestra desesperación. ¡Imaginaos cómo nos tiemblan las piernas cada vez que viene alguien a pedir un libro! ¿Alguien, de verdad, piensa que esas dos bibliotecas pueden rendir igual?
El hecho de que esta última biblioteca no funcione como se espera, ¿significa que somos malos bibliotecarios? Evidentemente no. ¿Es que no tenemos capacidad para gestionar adecuadamente una biblioteca con la misma eficiencia que otros? No tiene porqué. ¿Es que somos más lentos o tenemos otro ritmo? No necesariamente. Lo que ocurre es que el punto de partida es radicalmente distinto. La relación entre tiempo de preparación y recursos en uno y otro caso, es incomparable, por lo que resulta de todo punto injusto comparar, valga la redundancia, el rendimiento de ambas como si las condiciones primeras hubieran sido iguales.
Este desajuste entre tiempo y oportunidades para organizar el cerebro para aprender, es lo que sucede en las cabecitas de muchos niños que sufren las llamadas “dificultades de aprendizaje” . No es que no tengan capacidad, es que no han disfrutado de los recursos necesarios para prepararse.
Un cerebro con tres pisos
Nuestro cerebro tiene tres pisos, uno encima del otro. El de más abajo, el más primitivo, se llama tronco del encéfalo y lo compartimos con los peces y los reptiles. Regula las funciones de supervivencia (respirar, comer, dormir, atacar, huir) que tienen mucho que ver con lo instintivo. El del medio, el sistema límbico -compartido con otros mamíferos-, es la sede del mundo emocional. Por último, el neocórtex o corteza superior, es donde se realizan las funciones de la llamada “inteligencia”: hablar, entender, leer, escribir, realizar operaciones matemáticas, desarrollar el razonamiento lógico, elaborar el pensamiento abstracto, interpretar música, crear obras artísticas, poner en marcha la investigación etc.
Utilizando una metáfora, si nuestro cerebro fuera una casa, resulta claro que si el piso 1 y el piso 2 no están bien cimentados, el piso 3 no podrá sostenerse bien. Es decir, si el tronco del encéfalo y el sistema límbico no están lo suficientemente maduros, no se puede desarrollar de modo adecuado el neocórtex. Esos cimientos de los pisos inferiores, del tronco del encéfalo y el sistema límbico, se ponen en los primeros meses y años de vida a través de la estimulación y el movimiento de los bebés. Aquellos niños que han vivido una serie de privaciones no pueden tener los pisos primero y segundo en condiciones de soportar un tercer piso. Así pues, si queremos ayudar a los niños a superar sus dificultades de aprendizaje, los esfuerzos deben ir dirigidos a reforzar los pisos de abajo pues, mientras no pongamos las baldosas que faltan, los conocimientos que lleguen al tercer piso (todos los contenidos escolares), se seguirán cayendo al vacío -y por eso, misteriosamente, aprenden algo muy bien y al día siguiente ¡ha desaparecido!-.
El andamiaje inicial
Cuando venimos al mundo lo hacemos en unas condiciones de inmadurez y vulnerabilidad nada comparables a otras especies. Debido al tamaño de nuestro cerebro y a la estrecha pelvis de nuestras madres por el hecho de caminar erguidas, nacemos antes de tiempo y necesitamos meses para “acabarnos”. Para valernos en ese tiempo, la naturaleza nos ha dado un pack de supervivencia llamado “reflejos primarios”. Estos reflejos son movimientos involuntarios que generan una serie de reacciones en nuestro cerebro para permitirnos sobrevivir en un mundo en el que no tenemos ni idea de qué hacer. Por ejemplo, el reflejo tónico asimétrico del cuello que es aquél por el que los bebés extienden el brazo y la pierna cuando giran la cabeza -como aún no tienen control sobre la respiración, su cuerpo necesita que sus vías aéreas, nariz y boca, se encuentren el camino despejado y así, cuando el bebé gira la cabeza, extiende el brazo para no quitarse el aire-. Bueno, pues estos reflejos, a medida que vamos madurando y conociendo mejor el entorno, se hacen innecesarios y van siendo sustituidos por respuestas voluntarias más maduras, regidas por otros centros cerebrales más sofisticados.
Y he aquí un gran descubrimiento. Aquellos niños que no han tenido un entorno normalizado en esos primeros meses y años, no han podido llegar a prescindir de esos reflejos primarios y por lo tanto, no han podido desarrollar completamente respuestas más maduras, con la consiguiente falta de maduración de otras regiones cerebrales superiores. Así nos encontramos con niños que con 7 años presentan vestigios de reflejos que tendrían que haber desaparecido en los primeros meses de vida. Y esa presencia bloquea el desarrollo de los pisos de arriba del cerebro. Diversas investigaciones han establecido las correspondencias entre los reflejos primarios aberrantes y las dificultades de aprendizaje.
Frente a esto, se han puesto en marcha distintas terapias que lo que buscan es “recrear” los estímulos que tiene el bebé y que le permiten madurar esas áreas subcorticales del cerebro e integrar los reflejos, para aplicarlas a niños mayores. Sally Goddard y Peter Blythe lo hacen en Inglaterra, Doman y discípulos en Estados Unidos y Harald Bloomberg en Suecia y otros países de Europa.
Los sentidos: nuestras ventanas hacia el mundo
Junto con eso, el funcionamiento de los sistemas auditivo, visual y vestibular debe de ser impecable para poder enfrentarse con éxito a los aprendizajes escolares. Y aquí quiero hacer una precisión: no se trata sólo de oír dentro de los umbrales normales de audición. Es imprescindible que el oído esté “bien sintonizado” en todas las frecuencias para poder discriminar los sonidos del lenguaje. Con respecto a la vista, no es suficiente con ver bien o con llevar gafas, si es el caso. Es necesario que nuestra cabeza interprete correctamente la información visual. Por su parte, la lateralidad tiene que estar establecida antes de entrar a la etapa de educación primaria y problemas de organización lateral tales como ambidextrismo, lateralidad sin definir o lateralidad cruzada han de solucionarse para que se puedan desarrollar aprendizajes como la lectura, la escritura, las matemáticas o la orientación espacio-temporal.
¿Qué se puede hacer?
Hasta aquí hemos expuesto una somera explicación de las causas de las dificultades de aprendizaje. Sin embargo, no podemos quedarnos sólo en saber por qué se producen. Es fundamental conocer qué se puede hacer para solucionar los problemas de aprendizaje desde el origen mismo de sus causas y no sólo desde los síntomas que presentan.
Si bien el abanico de terapias es grande y excede el objetivo de este artículo, no podemos dejar de hacer mención a las siguientes:
- Terapia de Movimiento Rítmico y reflejos primitivos.
- Terapia de Integración Sensorial.
- Entrenamiento Visual y Auditivo.
- Programas de reeducación de la lateralidad.
- Programa de desarrollo neuromotor y táctil.
En cualquier caso, será necesario que un especialista en la materia valore las dificultades específicas y determine un programa personalizado de intervención neuropsicológica para la superación de los problemas de aprendizaje. Requiere tiempo y perseverancia, pero los resultados merecen la pena.
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