Muchos se preguntarán por qué algunas personas y agrupaciones damos tanta importancia a “lo natural” y por qué tenemos tanto miedo a los productos químicos o a los tóxicos, cuando son algo con lo que convivimos a diario.
Empecemos por considerar algunos datos...
Las alergias afectan a un 30 o 40% de la población mundial según la WAO (World Allergy Organization). En un informe de esta organización se cita lo siguiente: “Es especialmente importante en los niños, en quienes se observa la mayor tendencia de aumento en las últimas décadas.” (http://www.worldallergy.org/UserFiles/file/WWBOA_Executive-Summary_Spanish.pdf)
La WAO reconoce que la contaminación atmosférica y el aumento de la temperatura, la alimentación y los hábitos de vida influirán en el aumento de las alergias. ¿Pero qué ocurre con el resto de los trastornos?
Intolerancias a alimentos, hipersensibilidades digestivas, cutáneas o respiratorias (intestino irritable, piel atópica, asma, etc.) son otros desórdenes de la salud que están aumentando rápidamente entre la población infantil.
También lo están haciendo los problemas relacionados con el aprendizaje y el comportamiento. Los expertos nos dicen, en el caso del TDA-H (Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad), que “el TDAH es un trastorno en el que intervienen tanto factores genéticos como ambientales” (citado en la página “trastornohiperactividad.com de los laboratorios farmacéuticos Janssen-Cilag S.A. http://trastornohiperactividad.com/que-es-tdah).
Muchos sabemos, también por propia experiencia, que en el TDA-H hay una muy probable predisposición genética. En otros trastornos, incluido el autismo, también parece haber causas relacionadas con factores genéticos, aunque esto no está tan claro como en el caso del TDA-H.
El aumento experimentado por estas disfunciones en el desarrollo infantil ha sido tal en los últimos años, que ya se habla abiertamente de “epidemia” en el caso del autismo y el TDA-H. Otras voces pronuncian la palabra “pandemia” por sus abrumadoras dimensiones.
Pero, ¿no estarán exagerando quienes utilizan estos términos?
Veamos las gráficas que representan la evolución del TDA-H y el autismo para hacernos una idea de la tendencia al alza en ambos trastornos.
El aumento del TDA-H, según el C.D.C. (Centro de Control y Prevención de Enfermedades en Estados Unidos) y basado en información proveniente del NSHC (National Health Interview Survey), se refleja en el siguiente cuadro:
En la
gráfica se observa la curva ascendente correspondiente a la incidencia del
TDA-H en niños (línea azul), niñas (línea rosa) y ambos grupos (en morado) a lo
largo de los años desde 1997 hasta 2012 en Estados Unidos.
Más
escalofriantes son las gráficas que nos revelan el dramático aumento de los
trastornos del espectro autista. La primera de ellas pertenece a los datos
aportados por Autism Speaks, una organización que se dedica a investigar sobre
el tema en Estados Unidos (los datos hacen referencia a niños estadounidenses):
Esta curva
nos muestra los casos diagnosticados desde 1975 (1 caso entre cada 5.000) hasta
el año 2009 (1 caso por cada 110 niños). Tal y como se indica en la gráfica,
los cambios en las prácticas de diagnóstico podrían explicar hasta un 25% del
aumento observado, pero todavía no se han encontrado las causas del resto, que
podría estar influido por los factores ambientales.
He elegido
el gráfico anterior por su claridad, a pesar de que los datos son de hace ya 6
años.
La siguiente
estadística es algo más actual, aunque no demasiado (del 2010) y más dura en
los resultados. Su fuente es de nuevo el CDC (Centro de Control y Prevención de
Enfermedades en Estados Unidos):
Vemos el
rápido aumento de un año para otro en el número de niños afectados por
trastornos del espectro autista: ¡en 2010 ya suponían en Estados Unidos 1 de
cada 68 niños!
No contamos
con este tipo de información estadística en nuestro país, al menos yo no la he
encontrado. Normalmente se traducen y utilizan los datos obtenidos de Estados
Unidos.
Algunos
expertos, considerados autores polémicos dentro de la ciencia estadounidense,
nos advierten que si las tasas anteriores de crecimiento se mantienen estables,
para el año 2025 la mitad de los niños podría sufrir autismo (http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2014-09-15/en-2025-la-mitad-de-los-ninos-seran-autistas-por-el-glifosato_191835/).
Y observando
los datos, podríamos pensar que, polémicos o no, bien podrían tener razón en
sus predicciones si no se toman medidas urgentes al respecto.
Pero es
difícil, por no decir imposible, actuar cuando no se conoce la causa de un
problema.
Reflexionando
sobre todo esto, uno no logra comprender que la causa de tan vertiginoso
aumento de casos pueda deberse a factores puramente genéticos (normalmente se
necesitan miles de años para observar este tipo de cambios). Por lo que, a la
fuerza hemos de darle un protagonismo a los factores ambientales. Es a lo que
nos lleva la lógica y el sentido común.
El CREAL
(Centro de investigación en epidemiología ambiental) lideró en octubre de 2014
unas jornadas en las que neurocientíficos, neurólogos, neuropsicólogos,
psiquiatras y neuroepidemiólogos de todo el mundo debatieron sobre los efectos
que los tóxicos ejercen sobre la salud humana y concretamente en el desarrollo
del cerebro, desde la gestación hasta la adolescencia.
La noticia
fue publicada por Europa Press y decía textualmente: “Los elementos medioambientales afectan al coeficiente intelectual del
niño… afectando a grupos extremos: el número de niños con problemas de
aprendizaje puede aumentar hasta un 50% y los superdotados descender un 57%.”
(http://www.infosalus.com/actualidad/noticia-identifican-214-toxicos-perjudiciales-desarrollo-cerebral-ninos-adolescentes-20141017131046.html)
(http://www.infosalus.com/actualidad/noticia-identifican-214-toxicos-perjudiciales-desarrollo-cerebral-ninos-adolescentes-20141017131046.html)
En febrero
de 2014 se publicó en The Lancet un artículo del cual se hizo eco El Mundo (http://www.elmundo.es/salud/2014/02/15/52fe73baca4741ef018b4575.html). En él se decía que “estamos rodeados de químicos industriales
que ponen en peligro el desarrollo neurológico de los niños, desde que estos se
están gestando en el útero… Se trata de sustancias que no son difíciles de
encontrar, que pueden estar presentes en el agua e incluso, advierten, en los
juguetes de los niños.”.
No podemos
escapar del entorno envenenado en el que vivimos. Los tóxicos nos invaden desde
el mismo momento de la concepción. La doctora Rosella Mazzuka, médico cirujano y miembro de la ACAM (Sociedad
Americana para el Avance de la Medicina) nos ofrece los siguientes datos en uno
de sus webinars (https://vimeo.com/96732766):
Los niños
nacen hoy con una importante carga tóxica. Debido al alto índice de cesáreas
practicadas en nuestro país (hasta un 25%, siendo la recomendación de la OMS
reducirlas a un 15 o 10%) una cuarta parte de los niños se ven privados de las
defensas que suponen los microorganismos maternos que invaden al bebé al pasar
por el canal del parto (vaginal). Los bebés de cesárea entran en contacto
directamente con los microorganismos que habitan el quirófano y comienzan la
vida con un sistema inmunológico que podría no estar en las condiciones más
deseadas.
Luego será
la lactancia materna otro medio que reforzará el sistema inmune.
Muy
tempranamente (gracias al parto y a la lactancia materna), se forma la
inmunidad principal con la que conviviremos a lo largo de toda nuestra vida. Y
es precisamente en estos primeros momentos, desde el mismo día del nacimiento,
cuando al niño se le expone a una gran variedad de organismos patógenos y
metales pesados altamente tóxicos contenidos en las vacunas. Esto se añade en
muchos casos a antibióticos y otros medicamentos que dañarán la flora
intestinal, dejando al niño más expuesto a estos elementos y haciendo que en
lugar de poder eliminarlos, los absorba y acumule en su organismo.
Lo esperado
es que los metales pesados y productos químicos sean excretados y no afecten al
niño a largo plazo. Pero al parecer, mientras algunos sistemas son más fuertes
y pueden con todo esto, otros simplemente no lo son. “Hay que recalcar que la tolerancia del organismo hacia un compuesto
tóxico varía entre diferentes grupos de individuos e incluso entre distintos
individuos entre sí, pertenecientes a una misma identidad grupal.” (http://www4.ujaen.es/~ajmoya/material_docente/Tema1.pdf)
La doctora
Lenny González es gastroenteróloga y experta en autismo, y nos dice que “El autismo no es solamente un trastorno
mental o psiquiátrico, sino una enfermedad multifactorial con cierta
predisposición genética y con múltiples órganos afectados. Es una enfermedad
biológica. Afecta primero al sistema digestivo, el sistema inmune, y el sistema
metabólico principalmente. Hay una inflamación del sistema nervioso central y
lleva al daño cerebral con consecuencias como los síntomas del autismo.” (https://vimeo.com/79936139)
González
encontró, en dos estudios realizados, que del 70 al 80% de los niños con
autismo tenían problemas gastrointestinales. (https://realagenda.wordpress.com/2011/03/28/gastrointestinal-pathology-in-autism-spectrum-disorders/)
No se ha
podido demostrar científicamente la relación de ninguno de los trastornos
mencionados con la exposición a los tóxicos.
Uno de los
grandes escollos a salvar para poder demostrar que existe una relación entre la
exposición a los tóxicos y los trastornos en el desarrollo, es que contamos con
evidencias científicas de los efectos a corto plazo de cada producto químico y
metal pesado por separado. Para poder establecer la correlación, sería
necesario investigar los efectos combinados de múltiples tóxicos actuando en
conjunto y acumulándose en el organismo a lo largo del tiempo. Un gran reto
para la ciencia, que se hace cada día más necesario.
“Muy pocos productos químicos han
sido regulados como consecuencia de su neurotoxicidad en el desarrollo”, declara el estudio de la Escuela de
Salud Pública de la Universidad de Harvard (HSPH) y la Escuela de Medicina de
Icahn en Monte Sinaí, ambas instituciones en Estados Unidos. (http://www.abc.es/salud/noticias/20140215/abci-productos-quimicos-trastornos-ninos-201402142010.html)
“Toda la toxicología reguladora del mundo
occidental está basada en el análisis del riesgo individual para cada compuesto”,
asegura Nicolás Olea, profesor de Radiología y Medicina Física de la
Universidad de Granada y experto en el impacto de los productos tóxicos en la
salud. “El hecho de que las dosis sean
bajas le dan una enorme tranquilidad a la administración. Dicen que todo está
bajo control porque los niveles son bajos, pero ¿cuántos niveles bajos hacen un
nivel alto?”, se pregunta. (http://www.efeverde.com/noticias/el-coctel-toxico-de-cada-dia-sigue-sin-ser-regulado/).Y lo mismo nos preguntamos todos.
No se trata
de ir ahora en contra de todos los avances de la técnica, la ciencia y la
salud. No existe una sola causa a la cual culpar, sino un conjunto de muchas
posibles causas. No hemos mencionado los tóxicos en nuestros alimentos, la
manipulación genética de los mismos, el aire que respiramos, el agua que
bebemos, los materiales con los que convivimos en el hogar y los que vestimos…,
la exposición a contaminación electromagnética, pesticidas, fertilizantes… y un
largo etcétera que se han convertido en algo cotidiano.
Tampoco se trata
de rasgarnos las vestiduras y llenarnos de malos augurios. Existen vías de
ayuda para los niños afectados por esta situación. Es posible actuar en cada
caso y lograr importantes avances. Sin embargo, ¡cuánto mejor sería poder
prevenir!
Necesitaba escribir
este artículo para que el mundo pueda entender por qué le damos tanta
importancia a la exposición de nuestros niños a los productos químicos y a los
metales pesados. No se trata de una simple moda sin sentido, sino de una enorme
preocupación por lo que estamos observando que ocurre cada día con más fuerza.
Y esto es fácil de ver para quienes trabajamos con niños y llevamos años
haciéndolo, pues vemos cómo con el tiempo van surgiendo más y más casos que
necesitan ayuda.
El hecho de ser
más consciente de todo esto, nos pone a todos en una situación difícil.
Especialmente a los padres que se plantean tomar decisiones y elegir las
mejores opciones para sus hijos (las que ellos consideran que son las mejores,
claro), aun sabiendo los riesgos que conlleva el tomar una decisión u otra.
Pero lo
verdaderamente necesario es que quienes tienen el poder y la capacidad de poder
actuar ante esta situación, tomen conciencia de la misma primero.
El Dr.
Philippe Grandjean es uno de los autores del estudio anterior de la HSPH y uno
de los más reconocidos científicos que investigan el efecto de los
contaminantes químicos en la salud. Hizo las siguientes declaraciones al
periódico El Mundo:
"Sé que suena escalofriante, pero tenemos maneras de hacer algo al respecto. En primer lugar, debemos estar de acuerdo en que el cerebro de las siguientes generaciones debe ser protegido lo mejor que podamos. Ya tenemos métodos para determinar si una sustancia química puede dañar el cerebro y lo que tenemos que hacer es usarlos y actuar según la información que obtengamos. Si no lo hacemos, creo que esta generación venidera tendrá un buen motivo para no perdonarnos".
"Sé que suena escalofriante, pero tenemos maneras de hacer algo al respecto. En primer lugar, debemos estar de acuerdo en que el cerebro de las siguientes generaciones debe ser protegido lo mejor que podamos. Ya tenemos métodos para determinar si una sustancia química puede dañar el cerebro y lo que tenemos que hacer es usarlos y actuar según la información que obtengamos. Si no lo hacemos, creo que esta generación venidera tendrá un buen motivo para no perdonarnos".
Rosina Uriarte
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